Money, honey

La gente dice que los estudiantes no podemos quejarnos en estas fechas. Tenemos más vacaciones que nadie, y solemos invertirlas en salir por ahí y ponernos ciegos a champán. Pero suelen olvidar que los profesores tienen a bien freírnos a trabajos estúpidos para entregar "después de navidad", que luego nos cuesta el triple coger el ritmo de las clases o lo que es aún peor: que nosotros no cobramos. Que no, no digo que nos deban pagar por adquirir cultura o aprender una profesión, pero habría que tener en cuenta este factor a la hora de decir alegremente "no te quejes que estás de vacaciones". Porque si algo tienen de especial estas fechas es que se gasta. Se gasta mucho dinero. Fajos de euros que vuelan con tanto regalito, compra de última hora o botella de cava para celebrar nosequé nosecual.

Yo he perdido la cuenta del dinero que llevo pulido desde que se acabaron las clases. Y ahora que mi economía empezaba a reponerse un poco después de pagar al barbudo de traje rojo, llegan los reyes magos, que además de ser tres te cobran un plus para dar de comer a los camellos. Esta tarde tocan compras. Así que trato de mentalizarme para sufrir codazos variados de señoras histéricas, mordiscos, tirones de pelo y demás agresiones "no pretendidas" en los mil comercios que pienso pisar. Y mañana compras otra vez, que a mi hermana y a mí nos va la emoción del último día y toca pillar algo para nuestros progenitores, que para eso nos aguantan.

En fin, que la bolsa de Trippy se va al garete otra vez. Todo sea por mantener el espíritu consumista de familia acomodada o simplemente por ver las caras de la gente a la que una quiere al abrir los regalos. Y para colmo he de ponerme al día con las prácticas de la carrera, debo cafés a diestro y siniestro y tengo unas ganas de ensayar que me salen ya por las orejas. Si algún alma caritativa gusta de aportar algo a la colecta "Salvemos a Trippy de la Navidad", pónganse en contacto conmigo.

Abrazos.