Teletienda

No me gusta la Teletienda. Ni la Tienda en Casa. Ni sucedáneos de ese palo. Pero la televisión nocturna es una iremediable basura y yo (pobre de mí) soy insomne. La consecuencia lógica es que me sé de memoria el “puede pagar contra reembolso, con tarjeta de crédito y la tarjeta de compra de El Corte Inglés”. Y no sólo eso. Ahora cada vez que engullo un filete, miro mi cuchillo de sierra y mango de madera con cara de decepción mientras recuerdo los Cuchillos Mágicos. Por muy suculento que sea el filete, mi cuchillo me sabe a poco y me dan ganas de cortar latas de pepsi con el juego de cuchillos mágicos que no tengo. Tampoco me vendría mal una cama de esas azules que se hinchan solas. Aunque no duerma mucho ni tenga nunca invitados. Y la usase exclusivamente para tumbar al gato encima y descojonarme de sus botes cuando apretase el botón de inflado. Los aparatejos de gimnasia pasiva me convencen menos. La simple idea de un calambrazo en el trasero si se suelta uno de los cables me echa bastante para atrás. Pero hay algo por lo que no paso. Por fácil que sea llevarme al terreno del consumismo. Por mucha gracia que me haga. Los sujetadores de pegatina. Esa especie de margarita que se pega en la base del pecho, se estira, y se pega arriba para ponértelas de babero, se me antoja un invento imposible. Vamos, que no me veo yo muy segura dando botes en un concierto con un par de cromos como única sujección. Por no hablar del corte que se tiene que pasar si esa noche tienes relacciones. “¿Pero esto que es?” “Nu... nnnada... es que tenía todos los sujetadores de verdad para lavar y...” Y. Porque no te van a quedar ganas de seguir explicando nada bajo el estruendo de las carcajadas que se eche a tu costa. Así que... no señores. Ahí se han pasado. Si prentendían compararse a la revolución del tanga... hagan el favor de no parecerse tanto a los inventos del Profesor Bacterio.