Ya están aquí...

Anoche, hablando por messenger con una compañera de clase en lugar de hacer las prácticas del demonio, comentábamos las malas pasadas que juega la mente en época de exámenes. Febrero está ahí, a la vuelta de la esquina. Y viene con hambre. Para colmo, este año nos han concentrado todos en 10 cochinos días y me es imposible seguir el método que tan bien me ha venido hasta ahora: estudiar para el siguiente una vez acabado el anterior. Y es que, como decía mi colega “Esto es un sin Dios”. Porque cuando se pisa la facultad tan poco como nosotras, toca recopilar apuntes y dejarse el sueldo paterno en reprografía. Para descubrir que son tochos infumables y repetir hasta la saciedad el conocido “no me da tiempo”.

Al bicho le han entrado los celos. Se niega a que haga más caso a un puñado de folios que a él.

Lo curioso de “ponerse a estudiar” es que la mente tiene otros planes. Habitualmente, mucho mejores, todos más entretenidos y bastante más divertidos que sentarse frente al escritorio y leer hasta el dolor de cabeza. Típico el “tengo que recoger la habitación” o el “mejor ordeno la carpeta antes”. A mí me da por los colorines, y mis apuntes terminan pareciendo la bandera del Orgullo Gay. Lo peor (si es que hay algo peor que tener que estudiar) son las ganas de replantearse la vida que le entran a una a la hora de hincar los codos. Me pongo en plan filosofía barata y ahí ya no hay dios que me devuelva la concentración. Para colmo, mi Arcángel particular está sin ordenador, que es la que normalmente me quita las ganas de pensar en gilipolleces y me anima a seguir estudiando con sus “No seas tolay, que vas a aprobar”. En fin. A ver qué tal se nos da este cuatrimestre que pinta tan feo. Mucha suerte a los que estáis como nosotras y al resto... procurad entender la escasez de posts que se avecina. Si sobrevivo a los primeros exámenes contaré aquí la hazaña. Abraci per tutti.