El Día Fantástico de Trippy

A las 9 y media de esta mañana, sólo tres horas después de acostarse, suena el primer despertador. Pipipí. “Vaya – piensa Trippy entre sueños – va a hacer falta mucho más que eso para sacarme a mí de la cama”. No bien termina de abrir el primer ojo cuando un infernal estruendo de batería resuena furiosamente por los altavoces de la minicadena. ¡PATAPÁM PAM PATAPÁM!. La subnormal de ella ha vuelto a dejar el volumen de la música al 25 para el despertador. Bravo. Nuestra protagonista salta de la litera con una taquicardia preocupante, se tropieza con la alfombra y jura venganzas, asesinatos indiscriminados y comerse el CD a modo de cereales. Con los ojos como platos, pone a calentar el café y se mete en la ducha. Porque es lo que hacen las personas inteligentes: calientan el café y lo dejan ahí para que se quede como un puto chupito de hierbas mientras cantan “This is the end” en la ducha.

Trippy sale de la ducha, se enrosca una toalla en el pelo de metro y medio y se mira en el espejo. Vale. Eres la hermana desequilibrada de Miércoles Addams y que te aspen si eso que tienes bajo los ojos no son tatuajes. Se acuerda del café. Nuevos juramentos. “Pues que lo den por culo”, piensa. Es una chica muy bien hablada. Coge su café helado y se va a la habitación, cuyo desorden haría cagarse de miedo al demonio de tazmania. Se sienta frente a lo que se intuye un escritorio y empieza a leer los apuntes. “Coño ¿cuándo me apunté yo a química?”. Ahí no hay más que cosas raras sobre revelar nosequés y nombres de un puñado de gente que le importan más bien poco. Consigue memorizar una frase, se siente la Reina de los Condenados y echa mano al café derramándolo entero sobre la mesa. Adiós al subidón.

Pasan las horas. Rendimiento cero. Tras malcomer un par de filetes y beberse tropecientos litros de agua, emprende el camino hacia la facultad. “Gelatinobromuro y colodión húmedo”, reza mientras truena el MP3. Una señora que cree que la calle es suya la empuja con el codo al cruzar un paso de cebra. Se vuelve para disculparse, pero ve la camiseta negra, los pinchos, los auriculares y las ojeras y cambia de idea apretando el paso y murmurando “diosdios”.

Llega al examen con 20 minutos de antelación y se sienta en el suelo para “repasar” lo que evidentemente no se ha leído. El maromo no sólo llega tarde sino que cambia de clase a todo el mundo porque “Aquí no cabemos”. Cuando se sienta, dicta las preguntas más largas del universo y dice “Sin ficha no corrijo”. Y Trippy se acuerda de que no la ha entregado. Jura asesinarle, pegarse ella siete tiros y esparcir las cenizas en el terrario del gato. Hace el examen estrujando la única neurona que le queda despierta, se levanta, lo entrega y le promete solemnemente que entregará la (cochina) ficha mañana. Se fuma 400 cigarros en la calle, queda con Apita y se toma un cafenerviosascodefebrero. Vuelve a casa. Cena y se pone a estudiar. Mañana tiene otro examen. El viernes también. Y se dice “pues como esto sea el patrón que vamos a seguir esta semana mejor me voy pegando ya esos tiros...”.