12.2.05

Planes fugados

El jueves a las 17:58 terminaba la tortura. Salía por primera vez del Aula 1 de la Facultad de Filosofía y letras (cada vez nos examinan en lugares más extraños) con cara de no haber dormido en años, un par de bolígrafos en la boca y tres folios arrugados en la mano. Llegó la incógnita: “Y ahora ¿qué?”. Después de casi un mes sin pisar la calle para otra cosa que no fuese comprar tabaco, casi me daba miedo salir del edificio y encontrarme con el mundo. Se me antojaba todo un reto llegar a casa y descubrir que la merienda ya no iban a ser apuntes enlatados.

Y es que cuando se acaban los exámenes siempre pasa lo mismo. Te pasas los días previos a una importante prueba escrita planeando toda suerte de cosas que hacer (reconozco que la mayoría impensables en un estado normal) y cuando firmas el último de los folios de tu sentencia ¡PAM! lavado de cerebro. ¿Qué dije que haría esta semana? o ¿A quién pensé llamar para quedar? y una de mis preferidas ¿Por qué ahora no me apetece un carajo recoger la habitación?. Y en lugar preparar esa excursión al bosque que hace días era indispensable para tu paz espiritual, te ves a tí misma tirada en el sofá esperando que alguien con más iniciativa te llame para quedar y resuelva tus problemas.

Malditos exámenes. Maldita televisión. Malditos roedores. Para los próximos (aunque ahora vea junio a años luz) prometo hacer una lista de todos esos planes fascinantes que aparecen en época de estudio y reclusión. La próxima vez... el ocio no me pilla en bragas.

1 Comments:

Blogger Arcangel dijo...

Yo como soy rara, pues cuando termino los exámenes me apetece beber una coca-cola, tumbada viendo la tele, y sin hacer naaaaaaaada. Después ya llegan las celebraciones...
Ese café, que le veo ehh, le veo !!!

3:07 p. m.  

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